"Para ser alguien que nunca estuvo hecho a la medida de este mundo, debo confesar que me está resultando difícil abandonarlo; claro que dicen que cada átomo de nuestro cuerpo formó parte alguna vez de una estrella. Quizás no me esté marchando, quizás esté yendo a casa."

Fotograma de Gattaca
Sabéis que hablar de cine y relacionarlo con la vida "real" es mi deporte favorito. Anoche me fui a la cama con la paz y a la vez la inquietud de haber vuelto a disfrutar de una obra de arte de la ¿ciencia-ficción? y de sus planteamientos. La paz ante la contemplación del arte y la inquietud y esperanza ante lo que expresa. Gattaca (Andrew Niccol) es una de esas películas más redondas a cada visionado, que te atrapa por su elegante y sobria puesta en escena y por la fuerza de sus personajes y trama. No hay naves, ni rayos láser, ni bichos ni coches futuristas. El mañana es frío, aséptico, y los que habitan en él son válidos o no-válidos en virtud de su calidad genética, en virtud de si fueron creados por un acto humano de amor-sexo o artificialmente, sin tara alguna en su código. Los ojos de este fotograma contemplan el destino forjado por sí mismo, atisban la inmensidad de un viaje que fue largo desde su nacimiento y que lo será ahora físicamente hacia la luna Titán (planeta y nombre no elegidos al azar). 

Las cualidades innatas frente a la fuerza de la voluntad. La identidad real frente a la impostada, que sin embargo se torna más auténtica. La paradoja de quien es válido no puede valerse por si mismo ni alcanzar metas, y quien no lo es tiene la impagable arma del valor, la adaptación y la voluntad. Uno y otro se tornan uno solo y a la vez antagonistas, en un cambio de roles que paradójicamente es el mismo, con opuestas y a la vez iguales metas: llegar a su destino deseado o a su final inevitable. Todo ello resumido en una escena final magistral, impresionante y casi lírica:




Y en parte gracias a la emocionante banda sonora de Michael Nyman:


A veces vemos tan lejos nuestras metas y anhelos que pensamos que deberíamos ser otro, alguien mejor, distinto, para alcanzarlas. El mundo actual todavía no se rige por el control genético, quizá al fin y al cabo desgraciadamente, viendo el control en el resto de ámbitos socio-económicos, políticos, morales, religiosos... Quizá la genética al menos tenga la potestad de su inmaculado e incontestable origen, de su dictadura natural. Los personajes de la película no luchan contra la genética, sino contra otros hombres, aquellos que tienen privilegios pre-establecidos, los que pueden forjar su destino porque su destino inicial, su estatus, ya fue prefijado. Los protagonistas luchan por ser libres, por demostrar lo que son o lo que valen sin aditamentos pero de manera clandestina. 

Gattaca nos enseña muchas cosas, no sólo cómo hacer un film magistral. Nos enseña a analizar la génesis de la condición humana, sea más o menos artificial, más o menos pre-creada. La voluntad vence a la "cuna", pero también necesita de esa tecnología y genética, de esos fluidos que a la vez les delata y les cubre de su condición. La escena recurrente de la carrera a nado en mar abierto entre hermanos, uno válido y el otro no-válido, resume perfectamente la base de la historia. El "imperfecto" siempre vence; su hermano le pregunta cómo lo hace. Él responde: "Nunca me reservé nada para la vuelta". 


Fotograma de Gattaca. Esa escalera como metáfora genética.
Su vigencia y frescura es total e incluso mayor a medida que  pasan los años y nos acercamos al futuro que narra, al presente ya posible. La genética se impondrá y quizá se deberá imponer para atajar los males generales, pero la calidad individual, la voluntad y el coraje propio no deberán ser nunca cercenados si queremos un mundo justo y lógico. Los protagonistas ceden y a la vez se apropian de sus destinos, girando alrededor de lo establecido e inevitable, de esa fuerza superior (como orbita Titán alrededor de Saturno, atado pero a la vez independiente, siendo no por casualidad la única luna del Sistema Solar con una atmósfera importante), la estación final que Vincent, el protagonista, logra alcanzar por sus medios, alejándose de un mundo que nunca ha sido el suyo.
Hoy, comenzado ya 2013 y dejado atrás el fatídico a nivel personal 2012 (aunque con cosas muy buenas también) y leyendo como cada día las noticias y blogs, me he topado con un párrafo del último artículo de Juan Manuel de Prada que resume perfectamente pensamiento y objetivos:

"La única vida nueva posible, la única que disfruta verdaderamente de la incesante novedad del mundo, es la que no se deja encarcelar por ideas o patrones, la que acepta la vida como le es dada. El idealismo es la cárcel y la sepultura de la vida, aunque para embaucarnos nos presente una vida imaginaria más lustrosa y apetecible; pues nos obliga a aspirar a vidas que no son la nuestra, vidas que no son verdaderas. Solo el realismo nos permite vivir con ilusión: porque nos obliga a aceptar la vida como viene; y todo lo que viene se convierte entonces en una fuente constante de novedad. A veces, en esa novedad descubriremos sorpresa y júbilo; a veces dolor y desencanto. Pero la sorpresa y el júbilo serán plenos, porque son regalos inesperados; y el dolor y el desencanto no serán esterilizantes, sino que aquilatarán nuestro carácter.

A este año que ahora empieza uno solo le pide una vida verdaderamente nueva, sin propósitos idealistas o ilusorios. Una vida realista."
Cada año nos proponemos nuevas metas, propósitos, enmiendas, retos o mejoras, sin darnos cuenta de que la noche del 31 de Diciembre no es un abismo que separa un año de otro y en el que tras superar la resaca emprendemos un nuevo viaje cargado de ilusiones y novedades. Que al despertar seguimos siendo los mismos, con nuestros mismos problemas, miedos, ilusiones, certezas e incertidumbres; que seguimos amando, echando de menos o reprochando a las mismas personas. Que cualquier cambio, plan u objetivo no se realiza de la noche a la mañana sino que es algo paulatino, basado en la perseverancia, la ilusión y el convencimiento. 
No obstante, son tiempos difíciles para ello. Son tiempos de supervivencia, de trinchera, no  de asalto, de nadar y guardar la ropa; son tiempos caóticos, hipersociales a ratos, solitarios a otros; son tiempos de contradicciones y de sentimientos desmesurados o tibios.
Debemos ser conscientes de que otro año más seguiremos con la crisis en todos los ámbitos; debemos comprender y aceptar que son tiempos de cambio total, de nuevas mentalidades, si es que de verdad queremos a título personal y general avanzar; debemos dejarnos de excusas y aceptar nuestra responsabilidad y culpa, y si culpamos con razón, debemos tener el coraje de exigir reparos como se ha hecho de toda la vida, sin medias tintas. 
La justicia, el bienestar, la razón y la lógica tienen un precio. Nuestro bienestar personal y anhelos también. A veces unos y otros no son compatibles, pero lo que es indiscutible es que unos y otros requieren de voluntad, de realismo optimista y de optimismo realista. Si no, siempre nos quedará el caos y el azar.