El otro día tuve la oportunidad de ver en un programa de televisión un debate muy interesate: a un lado una madre que educaba a sus hijos en casa; al otro una directora de colegio que exigía que los niños acudieran al centro y se educaran bajo el sistema imperante; y en medio un debate encendido, como no podía ser de otra manera. Recordé entonces mi periplo por el colegio: cómo aprendí a madrugar, a realizar actividades y deberes absurdos y repetitivos, a respetar una jerarquía con olor a naftalina, a retener datos y conocimientos inútiles para la vida y fomentar valores muy útiles para la misma aunque equivocados.


Se ha hablado en otras ocasiones de educación en este foro, ya que es un pilar básico en todos los ámbitos, aunque para mí desde un punto de vista muy alejado del que se escucha normalmente. Está demostrado que los primeros años del niño marcarán el resto de su vida moral, social e intelectualmente. Sus capacidades y personalidad, los dos raíles que dirigirán su periplo, se desarrollan mayoritariamente en este periodo. Sin embargo, como en tantos ámbitos, por desinformación o desinterés, por dejadez o ignorancia, las personas -en este caso los padres- se dejan llevar por el sectarismo social y lo establecido sin pararse a pensar que están poniendo los cimientos para que todo siga igual, puesto que sus futuros actores serán fruto de los errores actuales.


Me reitero en la certeza de que en la mayoría de las veces el ir contracorriente es la mejor opción, que la mejor manera de acertar es hacer lo contrario de la mayoría, tal y como están las cosas. Pues bien, vayamos al grano:


En España hay actualmente unas 2.000 familias que educan en casa a sus hijos, muy lejos de países como Estados Unidos, donde dos millones de niños se forman en el hogar al margen del sistema habitual, o en otros como Reino Unido, Francia y Canadá. Mientras que en estos países está perfectamente regulado, en España hay una laguna legal que sin embargo no prohíbe esta opción. Hay sentencias al respecto y el único requisito es realizar periódicamente una evaluación en algún centro perteneciente a la red educativa española. No obstante, desde la ALE o Asociación por la Libre Educación, pretenden conseguir que esta decisión tenga la misma legalidad que los estados mencionados. De todas formas la misma Constitución Española es clara al respecto y reconoce en su artículo 27 la libertad de enseñanza.


Esta alernativa forma de educación sigue por tanto siendo marginal en España, cuando no desconocida e incluso mal vista. O estas con el sistema o estás contra él y el no dejar que tus hijos abracen la de-formación supone una especie de afrenta, como aquél que duda de repente de la secta que le ha "acogido".


La AFE, en su blog corporativo, lo dice tan claramente que lo suscribo palabra por palabra:


"Me pregunto si queremos que vivan su infancia y juventud a golpe de timbre, limitados por el calendario y el horario; si queremos que pasen los días haciendo lo que otras personas les dicen que deben hacer; si queremos que sean obligados a dedicar su tiempo a asuntos que quizás no les interesan; si queremos que sus formas de ver, pensar y sentir sean sustituidas por las de sus profesores o las de sus compañeros; si queremos que tengan que pedir permiso para hablar, levantarse, beber agua o ir al baño; si queremos que estudien cuando les dicen que estudien, que jueguen cuando les dicen que jueguen y que coman cuando les dicen que coman; si queremos que pasen sus años encerrados en una clase con otros veintitantos niños de su misma edad preparándose para el futuro, para ser algo en la vida y para tener un lugar en el mundo".

Amén, añadiría.

Educarse al margen de los cauces habituales no es renunciar a la socialización, como argumentan espúreamente algunos. Es lógico por otra parte que se sientan incómodos e intenten atacar los flancos de siempre. Es estúpido pensar que estos niños están encerrados en una jaula de oro y que acabarán siendo "bichos raros".

El fracaso escolar en España duplica la media europea. En el peor de casos la escuela es más un agente deseducacional que educacional; en el "mejor" no es más que un campo de entrenamiento, una fábrica de futuros ciudadanos aletargados, de continuadores de una saga que necesitan los mismos actores para continuar el mismo argumento.

Si hay algo que necesita un sistema es el nutriente formativo, el molde para seguir creando clones. La historia es testigo de esto. Si queremos cambiar su curso tendremos que romper el molde y cambiar la mentalidad. Porque si inculcamos a nuestros hijos lo que hemos aprendido y lo que somos, si dejamos que aquellos que nos hicieron así sigan moldeando a la siguiente generación, les estaremos condenando a una vida con los renglones rectos, a una secuela inacabable. La mente del niño es una tabla rasa donde está todo por escribir. Si queremos que sean libres de verdad habrá que dejar el "corta y pega".

La individualidad, que no el individualismo, es la base de un ser, la materia prima que bien tratada hará que interaccione con el resto de manera efectiva. No estamos preparados para la uniformidad civilizada, no la que tenemos ahora, porque los individuos son sólo celdillas de una colmena deliberadamente caótica para escarnio de muchos y beneficio de pocos. Si cambiamos nosotros seremos capaces de inculcar eso en nuestra descendencia. Si no, será mejor avanzar varios pasos de una vez: las botas de siete leguas se llama genética.