Son ya varias las semanas ausente del blog. Dos motivos han sido los culpables: la increíble ineptitud de un servicio técnico de ADSL de cuyo nombre no quiero acordarme y acontecimientos personales que han hecho mejorar mi vida pero distraerme de este foro. Es por ello que me apetece hablar del TEMA con mayúsculas: la felicidad. Ni que decir tiene que tiene relación con el motivo y temática de este blog, como lo tiene con la mayoría de motivos y temáticas, si es que queremos que tengan verdadero sentido. Lo civilizado tiene muchas características, muchos lados, muchos ángulos, pero necesariamente insertado en una esfera perfecta llamada felicidad. La felicidad no tiene por qué dar de por sí justicia, libertad, tranquilidad o eficiencia, pero sí que la justicia, la libertad, la tranquilidad o la eficiencia llevan o deben llevar inexorablemente a la felicidad.


Érase una vez un pequeño reino llamado Bután en pleno Himalaya, entre la India y China, de poco más de 2 millones de habitantes. A principios de los 70 el crecimiento económico de este país era muy lento. El rey decidió cambiar los criterios habituales (PIB, renta, tasa de empleo...) por otro llamado 'felicidad interior bruta'. Suena a cuento pero no lo es. Esta peculiar decisión ha dados sus frutos y hoy no es sólo uno de los países más felices según las estadísticas, sino uno de los que más crece, eso sí, con otros criterios. Se decretaron leyes tan desgraciadamente poco habituales como la protección total de sus bosques, limitar el número de turistas (el turismo, según ellos, reduce la felicidad) y una redistribución equitativa para erradicar la pobreza.


En las últimas décadas el mundo occidental ha experimentado un crecimiento y nivel de vida inimaginable para las generaciones anteriores. Sin embargo, los niveles de felicidad han ido descendiendo al mismo ritmo. No cabe duda de que para alcanzar la felicidad es imprescindible antes de nada cubrir las necesidades básicas (salud, alimento, techo y afecto) y a partir de ahí tener los medios y las oportunidades para realizarte como persona. Llegados aquí parece haber un límite y Richard Layard, economista británico especializado en la nueva rama 'economía de la felicidad' lo ha estudiado: según él, una vez que el salario medio de un país supera los 20.000 dólares, su incremento deja de hacer a la gente más feliz; bien al contrario, le lleva a una insatisfacción gradual, debido a las exigencias y condicionantes socio-económicos. Es decir, por decirlo más académicamente, hay un punto de inflexión en el que la riqueza tiene rendimientos decrecientes respecto a la felicidad que proporciona. Es la denominada 'paradoja Easterlin' o "ciclo hedónico".


Precisamente el nivel de desarrollo alcanzado y los problemas y crisis generados por ella ha hecho que cada vez más economistas, sociólogos, psicólogos del comportamiento y neurocientíficos hayan centrado sus esfuerzos en el estudio de la felicidad. Se encuentran con la paradoja de que el sistema competitivo que fomenta el capitalismo salvaje ha llevado a este nivel de vida pero también a esta insatisfacción. Y es que nos han enseñado a que, teniendo las necesidades básicas cubiertas, basemos nuestra satisfacción no a partir de nuestros logros personales sino por comparación con otros. Vivimos encerrados en una jaula donde cada barrote es una espectativa, necesidad o sacrificio exigido desde fuera. Esto hace que la búsqueda de la felicidad sea una quimera, puesto que la basamos en anhelos ajenos y no en propios.


El informe 'The Happy Planet Index 2.0' publicado en 2009 por la New Economics Foundation es el indicador más completo e independiente para medir los niveles de felicidad en el planeta. Basado en medidas de satisfacción subjetivas, esperanza de vida y ecología per cápita, elabora una lista de los países más felices. Es significativo observar, quizá también por causas climáticas, religiosas y de carácter, que los países caribeños, sudamericanos y parte de los del sudeste asiático copan las primeras posiciones. Los países más "ricos" en cambio no pasan en el mejor de los casos de la mitad de la lista.


En definitiva: ¿qué nos hace felices y por qué?, ¿cómo alcanzar la felicidad?. Son preguntas que nos hacemos o deberíamos hacernos a diario. Muchos enemigos de la felicidad individual, que los hay (políticos, parejas posesivas, jefes, sacerdotes, suegras o falsos códigos morales), basan sus argumentos en el "bien" común, en el avance grupal y en el mantenimiento de las estructuras económico-sociales. Siendo muy benévolos han podido tener razón hasta hace poco, pero es momento de dar la vuelta a la tortilla y alcanzar la felicidad general en base a la individual.

El escritor Fernando Savater dijo una vez que "el secreto de la felicidad es tener gustos sencillos y una mente compleja, el problema es que a menudo la mente es sencilla y los gustos son complejos". Suscribo palabra por palabra, como también digo que depende de cada uno, porque, como también escribió Voltaire: "buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una".