Es verano, el calor aprieta y no voy a hablar de tecnología, religión o moral; no voy a ofrecer datos ni despotricar contra nada en concreto (bueno, eso igual sí). Me dejaré llevar de la languidez estival: escribiré sobre sensaciones y sentimientos, sobre pensamientos que me han rondado en estos días que he podido disfrutar de la inactividad más absoluta.

Portada del libro
Una tumbona, una sombrilla, un buen libro y una bebida alcohólica o no pero siempre fría es todo lo necesario para abrirte al mundo y salir del cascarón rutinario, huir de todo ruido que no sea el batir del agua sobre la roca. Me decidí en la biblioteca por el nihilista relato de Houellebecq 'Lanzarote' y por el lúcido ensayo sobre la inactividad y la buena vida 'Elogio de la pereza', de Tom Hodgkinson.


Portada del libro

La inactividad es perfectamente compatible con lo civilizado; es de hecho inherente a ello, complementario. Se defiende en este foro la eficacia y lo lógico: ¿acaso no son elementos que llevan a una mayor tiempo libre, a una continua conquista de mayor terreno propio?


Nos enseñan desde pequeños a no pararse, a seguir adelante, avanzar, mejorar, triunfar, conseguir objetivos. Los colegios y universidades son el campo de entrenamiento para lo que te ha de venir, lo que debes anhelar y por lo que debes luchar. Estamos tan adiestrados para ello que cuando perdemos alguna de esas variables nos venimos abajo, cuando en realidad una mente limpia de condicionantes lo vería como un alivio, una liberación.


Hay una escena de la película 'Up in the air' (la pusieron durante el viaje, qué casualidad) que resume perfectamente cómo vivimos y cómo nos han hecho: el protagonista, George Clooney, trabaja para una empresa a la que subcontratan para despedir a empleados. Uno de ellos le pregunta qué va a ser de él y qué le dirá a su familia. Clooney ve en su curriculum que el oficinista realizó de joven un curso de alta cocina, su pasión que ya perdió. Le anima a retomarlo y ver por tanto el despido como una oportunidad, un nuevo amanecer, volver a ser él mismo y hacer lo que le gusta en realidad y que ya había olvidado que le gustaba. Sin embargo la paradoja es que Clooney no lo dice por convencimiento, sino para consolarle y conseguir que firme el finiquito. De hecho él es como el desgraciado pero afortunado empleado y su vida gira en torno a su trabajo y su adicción a los aeropuertos. Curiosamente él se ve distinto a los demás, libre, sin apegos familiares ni mayores posesiones salvo sus veneradas tarjetas de fidelización de la compañía aérea. Ambos son iguales pero juegan en diferentes divisiones.



¿Qué queda de nosotros tras años de enseñanzas baldías, reprimendas absurdas, traumas adquiridos y obligaciones? Afortunadamente algo. Lo aletargan pero no lo eliminan y como en el caso del oficinista-cocinero de 'Up in the air' determinadas situaciones que te enseñan a que sean frustrantes y dramáticas pueden ser la salida del túnel y la recuperación de 'tu' vida.


Observaba a la gente en el hotel y no se veía ni se respiraba relax. El alojamiento ofrecía continuamente actividades para mantenerte ocupado y pendiente de un horario. Parecía tener éxito. No hay que parar ni en vacaciones. Basta con ir y estar, pero en realidad no disfrutan de la estancia, no se paran a contemplar de verdad el horizonte, las estrellas que nunca vemos por la contaminación lumínica. La venda que llevan todo el año sigue puesta incluso en estas situaciones, quizá porque les da miedo quitársela, como hay ciegos de nacimiento que les provoca pánico el poder ver porque no conciben ya el mundo sin sus condicionantes iniciales.


Aparentemente todo rezuma orden y civilización: trabajas x meses, descansas x días, compras x cosas, reaccionas debidamente con x situaciones socialmente establecidas. La vida se convierte en un recibidor iluminado y limpio, acogedor pero amueblado sin calidez, mientras que en tu desván interior va cogiendo polvo todo lo que te importa a tí pero que no importa a los demás ni quieren que te importe.


Reflexionaba de todo ello tumbado al sol, tranquilo, contemplando el horizonte, algo que debería ser norma y es excepción, lujo fácil pero al alcance parece de no tantos. Hay tecnología y capacidad para trabajar eficientemente en vez de 'estar' en una oficina en condiciones incompatibles con la vida y la dignidad o en reuniones absurdas incompatibles con el sentido común y tener la mayor parte del tiempo libre: libre para ser tú, para amar, reírte, llorar, recordar, contemplar, jugar, conocer, arriesgarte, vivir.


Nos educan y preparan para cumplir, para consumir y comprar lo que en realidad no queremos, para vivir de acuerdo a un plan general. La clase media ha sido la gran creación del sistema, la cuadratura del círculo donde los que dirigen viven como siempre lo han hecho y los demás creemos vivir mejor que nunca.


Tumbado bajo el sol pensaba en lo que podría ser y no es, en cómo podríamos ser y no somos, en lo que podríamos hacer y no hacemos. Quizá no haya solución y sólo quede seguir contemplando el horizonte y recolectando pequeños momentos, pequeñas perlas bajo la arena. Sin embargo tengo la sensación de que puedes hacerte a la mar, arribar a la isla del tesoro y desenterrar el cofre. Tenemos el mapa, siempre lo hemos tenido, pero nos falta la brújula.


Era mediodía, rehuí cualquier actividad propuesta por el monitor, tiré el folleto de actividades de la semana y me puse a escribir estas líneas: quizá sean cursis, pero a mí me gustan. No hice más en todo el día...


Desde la hamaca el azul perfecto del cielo
La paz de los sentidos
Sólo el pensamiento de los seres queridos
La dignidad de la ociosidad, pecado de nuestro tiempo
El rumor del oleaje es mi aliado
El anuncio de la dicha
El sonido de lo natural
La brisa acuna mis deseos
El sol calienta mis anhelos
Todo es paz, todo es calma
Éste es mi reino.