Rebélate que algo (te) queda
En ocasiones la pasión nos impide ver la raíz de un problema y su solución. En otras nos lleva a actos que incluso favorecen aquello que pretendíamos erradicar. Es lo que ha ocurrido con todo lo que engloba a la contracultura, un galimatías de movimientos y tendencias que Joseph Heath y Andrew Potter diseccionan y critican en su libro Rebelarse vende.
En estos momentos más que nunca, con los retos a los que se enfrenta el mundo en las próximas décadas, conviene reflexionar como hacen ellos sobre conceptos y hechos que una gran mayoría han apoyado o justificado. En ocasiones, para no parecer pusilánimes o pasivos, en el mejor de los casos nos posicionamos claramente en un grupo o idea; en el peor, para distinguirse o sacar partido de una situación que no se hubiera dado si nos hubiéramos mantenido al margen. Esto es lo que critican ambos autores desde un punto de vista económico y social.
Un momento, diréis: un libro que ataca a los que quieren cambiar las cosas. No parece que sea éste el lugar apropiado, choca frontalmente con el pretendido espíritu de este humilde blog. Nada más lejos de la realidad. El cambio debe producirse, pero el oponerse per se a todo no parece dar sus frutos, bien el contrario, contribuye a que todo siga igual. Como exponen Heath y Potter, los movimientos progresistas y contraculturales de las últimas décadas han sido la otra cara de la misma moneda, incorporándose al propio sistema que se supone pretendían cambiar.
La distinción como eje principal del devenir humano es para estos profesores de universidad canadienses la clave del asunto. ¿Qué diferencia hay entre un yuppie o un hippie, por ejemplo? Su forma de expresarse, de vestir y pretendidamente de pensar, pero al final lo único que los distingue es el discurso. Uno defenderá el capitalismo salvaje; el otro la anarquía, el socialismo, o vaya usted a saber qué. Pero ambos ayudan a que la maquinaria siga; es más, nuestro supuestamente rebelde hippie, no está haciendo otra cosa que alimentando más el sistema basado en tal distinción, creando nuevos mercados. En definitiva, mareando más la perdiz y empleando recursos necesarios para cambios de verdad. Del otro ya ni hablamos...
Si leéis el libro estaréis de acuerdo con unas cosas y con otras no, o quizá os posicionaréis claramente a favor o en contra, no lo sé, pero ésta es la cuestión. Lo único claro es que tendemos siempre a rebelarnos con causa o sin ella, sin pararnos a analizar. Es bueno si nos lleva a una mejora del problema o a su solución. Desgraciadamente, al estar inmersos en una sociedad tan densa y compleja, tendemos a hacerlo con unos condicionantes incompatibles con nuestra supuesta intención. Seguiremos discutiendo, argumentando, clamando justicia aquí y cambios allá, pero mientras tanto la bola sigue, acumulando nieve.