Espejismos
Balzac dijo una vez muy acertadamente que "la resignación es un suicidio cotidiano". Estoy de acuerdo, no hay más que ver las caras cuando salgo a la calle. Aún así, esas caras no coinciden luego con sus discursos, opiniones ni actos. He insistido aquí alguna vez, y lo reitero, que culpables les podemos buscar y encontrar en casi todos los ámbitos, pero hay que empezar por uno mismo. Cuando diagnosticas el problema, encuentras su solución y aún así persiste, es que lógicamente no se está haciendo lo que hay que hacer. Lo fácil o difícil, según se mire, es culpar a los máximos responsables, a los políticos, a los economistas, a los empresarios, a los sindicatos, a los medios de comunicación, pero que yo sepa todos ellos, por más poder que tengan, necesitan de todos nosotros para existir, de nuestros votos, de nuestro trabajo, de nuestra credulidad, de nuestro inmovilismo.
Pero no os preocupéis, no toda la culpa es nuestra. El Sistema hace muy bien su trabajo: todo encaja para que cada mañana nos levantemos y le abracemos. Hace agua por todas partes, pero parece el único modelo posible y nosotros nos lo creemos, porque no obstante tenemos nuestro pan y circo elevado a la enésima potencia. Nos lo creemos porque podemos criticarlo abiertamente y es más, pensamos que podemos cambiarlo (no en vano vivimos en democracia ¿verdad?); nos lo creemos porque hay una aparente pluralidad informativa que vigila el cotarro, el cuarto poder, pero no se especifica nunca si está al margen de los otros tres o es el cuarto brazo del Sistema. Nos creemos todo y criticamos todo al mismo tiempo, sin criterio, como hacen los que nos gobiernan en cada minuto de nuestra vida, precisamente porque somos causa y consecuencia de ese sistema, un círculo perfecto en el que somos indispensables y a la vez innecesarios, cómplices y víctimas, mérito de ellos y permisividad nuestra. Y es que:
- Criticamos continuamente a los políticos por su ineptitud e inmovilismo, pero no nos damos cuenta de que es fruto de una falsa democracia en la que seguimos participando cada cuatro años con cargas ideológicas desfasadas.
- Criticamos continuamente a los empresarios por su injusticia laboral, pero no nos damos cuenta de que es fruto de nuestra rancia mentalidad de asalariado esperando el espejismo de una vida mejor, con lo que seguimos participando como el que más en la mentalidad empresarial que queremos denunciar.
- Criticamos continuamente a los economistas y especuladores financieros por su oscurantismo y falta de escrúpulos, pero no nos damos cuenta de que es fruto de un sistema sostenido por nuestra forma de vida basada en la promoción sacrificando tu calidad de vida, en el vivir de las rentas sacrificando tus potencialidades, o en el dinero fácil sacrificando la solidaridad y la ética.
- Criticamos continuamente a los sindicatos por sus contradicciones y acomodamiento, pero no nos damos cuenta de que es fruto de un sistema laboral que viene de la lejana revolución industrial, cuando no anterior, con lo que seguimos reivindicando derechos y avances incompatibles con una nueva era de la que queremos sacar tajada pero no adaptarnos.
- Criticamos continuamente a los medios de comunicación por sus posicionamientos partidistas y su información sesgada y manipulada, pero no nos damos cuenta de que es fruto de una libertad de expresión tan particular, que al final va contra los principios en los que parece basarse. Nos creemos todo lo que nos cuentan porque sí o porque no hay tiempo para buscar la verdad de los hechos o porque nos interesa o porque nos han educado así, es decir, han hecho bien su trabajo.
- Criticamos, en definitiva, el sistema día tras día, pero no nos cuestionamos su existencia, porque nos ha dado tantos disgustos como coartadas, como ese padre exigente con los horarios, que nos da un cachete de vez en cuando, pero que nos protege de cualquier contingencia y nos da techo.
No quiero extenderme más, porque en futuras entradas abordaremos más pormenorizadamente estos temas, pero el mensaje es claro: tal como están las cosas, no podremos cambiarlas si seguimos las reglas del sistema que pretendemos criticar algunos y derrocar otros. Aquí surge el concepto de revolución, otra palabra tan mal usada y peor ideologizada. Revolución es luchar contra la involución cuando la evolución no es posible, porque para que hubiera verdadera evolución tendría que haber unos principios y bases sólidas que aún no existen, aunque creamos que sí. Porque el creer que sí las hay nos permite seguir un día a día incompatible con nuestras reivindicaciones. Estar en misa y repicando.
Empecemos a despojarmos del borreguismo falseado con algún que otro balar y a quitarnos la mugre ideológica que antes al menos era acto pero hoy en día no es más que una fachada, una excusa para pertenecer a algo y no hacer.
Hagámoslo y las opiniones vertidas aquí o en cualquier otro lugar tendrán por fin un valor nuevo, lejos de toda contradicción o contaminación, fieles al título de este blog. Quizá seamos pocos, pero al menos el resto verá que no caemos en los mismos errores, en los mismos espejismos.