La culpa fue del flujo de caja

Cuanto más vivo menos entiendo al ser humano, pero paradójicamente más clara se muestra la condición humana como el corsé al parecer inamovible que evitará que algo mejore sustancialmente. 

Me levanto un día más entre la tónica imperante los últimos meses: recortes, protestas y mares de letras y palabras de economistas, políticos y tertulianos sabelotodo. 

Partamos de una premisa: el ser humano se debate entre la solidaridad hacia el prójimo y el beneficio propio. Es en esa dicotomía donde seguimos instalados en la hipocresía, la estupidez, el inmovilismo o el sectarismo, cuando no todos a la vez. 

Hablemos claro: la crisis era inevitable porque la condición humana lo es, porque es reflejo de nuestra idiosincrasia e instinto. La fiesta se acabó, todos la disfrutamos, y ahora buscamos el culpable que rompió algo o que ensució la alfombra; quizá fue alguien borracho, pero es que había barra libre. Cierto es que al final los que más tienen siguen teniendo más y las clases media y baja pagan el pato, pero dichas clases por aceptación o resignación han alimentado el sistema que les ha provocado su mejor o peor situación. Se llama democracia, su democracia, la que nosotros hemos aceptado sin rechistar.

Ahora todos somos solidarios, justos y indignados, pero cuando había fiesta cada uno se divertía a su modo sin mirar el bosque. Pronto al colilla prendió y "sálvese quien pueda". Ahora vamos de activistas proletarios cuando, no nos engañemos, hemos intentado como buenos humanos trabajar menos y ganar más, pedir créditos para poseer más bienes materiales y velar por los nuestros como se he hecho desde que el hombre es hombre, o sea, mono. Somos, seguimos siendo, milenios después, sectarios y tribales.

Para muestra un botón: loable la actitud de los mineros asturianos en defensa de lo suyo, por supuesto, como buenos humanos, repito. Al menos le echan un par y luchan con lo que haga falta por mantener su situación. Lo fácil es levantar el puño y darles ánimo, pero por debajo de la superficie del buenrrollismo progre, donde todos somos de lo más proletario y de lo más comprometido con la lucha de clases, no dejamos de ser fruto de un sistema que nos ha creado a su imagen y semejanza, con un trastorno bipolar alucinante en el que todos somos muy de izquierdas pero estamos como pez en el agua en un mundo dominado por los mercados y el consumo.

No sé si es que estamos ciegos o preferimos no ver la realidad para no quedar mal ni ser políticamente incorrecto. La minería, como otros sectores, es algo ya insostenible. De los más de 50.000 trabajadores que hubo, ahora sólo quedan unos 4.000, sobreviviendo a golpe de subvención y en pro de la paz social y el voto en la urna. No saben hacer otro cosa, pero no son culpables de ello. El inmovilismo depende de uno pero también se fomenta, y el Estado no ha sabido o no ha querido reformar el sistema productivo de estas u otras zonas y ahora estamos como estamos. Mientras, los mineros pensaban que su mundo era eterno, pero nada lo es. Ahora nos solidarizamos con ellos y ole sus huevos por hacer lo que hacen, pero jalearles es sólo el acto reflejo de lo que nos han enseñado, no la realidad. 

La realidad: es un trabajo durísimo, sí, no es estar en una oficina tecleando, pero todo es relativo, porque ellos al menos tienen trabajo hasta el 2018 por ahora, cobran más de 2.000 euros mensuales, tienen jubilaciones ventajosas y para como está el panorama se pueden considerar privilegiados porque sólo saben hacer eso, por duro que sea. Sin embargo, de los cinco millones de parados y más de un millón sin subsidio nadie se acuerda ni jalea, porque no ponen barricadas ni hacen marchas (quizá deberían hacerlo, como han hecho los mineros asturianos); de la mitad de los jóvenes españoles que no tienen empleo y que sí están preparados para  hacer múltiples tareas de valor añadido con futuro, por ellos nadie sale a la calle, ni ellos mismos, demasiado ocupados en buscar empleo o emigrar, cosa que ni quieren ni les es necesario en las cuencas mineras.

Es predicar en el desierto, no obstante, como siempre, porque mañana amanecerá y todos seguiremos participando de este enorme caos que es esta crisis sistémica, donde los poderosos ya están sentando las bases de un nuevo orden en el que ya no seremos tan protagonistas como en las últimas décadas, pasando de alfiles a meros peones. Como dioses del Olimpo, ven como los simples mortales de abajo seguimos conformándonos con pequeñas dosis de dignidad, sin pasarnos, pero que a la mínima oportunidad nos convertimos en la viva imagen del sistema injusto que en teoría queremos derrocar.

Los mineros han llegado a Madrid. Rajoy y su gobierno siguen con los brutales recortes impuestos por Bruselas. Es más fácil apoyar a unos miles de mineros que ir todos al Parlamento y decir basta de una vez ¿verdad? Es más fácil decir lo que la gente quiere oír en las tertulias que empezar a cambiar esto de verdad. Pero lo primero es guay y te pagan y lo segundo es sucio y peligroso.

Mañana los mineros habrán conseguido una prórroga más de algo insostenible: bravo por ellos, porque van a lo suyo, pero ¿y el resto? Ni se nos ve ni se nos espera. Con ir junto a ellos unas horas ya tenemos el cupo para varios meses.

.......................................

(Y todo porque simplemente el flujo de caja en un banco, en vez del 100%, es del 2%, y un día Nixon anunció el fin del patrón-oro. Pero por eso nadie sale a la calle, simplemente porque no nos informamos, no nos interesa o no queremos entenderlo, cuando es la clave de todo esto, la clave de que estemos como estamos. Nadie leerá sobre ello porque es árido y es más fácil discutir si la noticia de los mineros es portada en El País y un breve en ABC o viceversa; es más fácil perder el tiempo entre las chorradas progres y las fachas, las dos caras de la misma moneda. Sigamos así...).

Entradas populares

Fulanito de Tal S.A.