Dinamarca no lucha contra molinos de viento
El debate energético siempre está en boga. Más aún tras el desastre japonés y lo que ha provocado en Fukushima. Ya hemos tratado aquí el tema energético (os recomiendo releer esta entrada) y más que lo abordaremos porque el principal factor en el nivel de una civilización es su uso de la energía. Y si hablamos de nivel sin duda Dinamarca está a la cabeza de las políticas energéticas. Sólo un dato basta: el país espera haber suprimido sus emisiones de CO2 totalmente para el 2050.
Nos han inundado en los últimos días de noticias, artículos de opinión, reportajes, informes y estadísticas sobre el futuro energético y más concretamente sobre la fuente nuclear. Yo mismo asistí hace poco a una conferencia organizada por El País donde defensores y detractores daban sus razones y defendían posiciones demasiado anquilosadas por ambos bandos.
La energía nuclear ha demostrado ser la más eficiente, la más rentable y la menos contaminante hasta ahora, pero sus peligros son tan altos, su gasto de recursos híbridos tan elevados (artículo de Brahma Chellaney) y sus consecuencias tan inasumibles que desde luego no es el futuro a medio-largo plazo. Sin embargo sería una locura tratar de ir prescindiendo de una energía que supone por ejemplo en Francia casi el 80% de su producción.
¿Cuál es la solución? Pues ir abandonando paulatinamente, sin histerismos ideológicos ni ecologistas, los hidrocarburos primero y posteriormente la nuclear. Dinamarca ya se ha puesto a ello, si bien sus recursos y su escasa y bien educada población se lo permite. No basta con implementar políticas de ahorro energético y cambios de modelo. La clave danesa es la eficiencia. El dato que da Anne Hogge Simonsen, subdirectora de la Agencia Danesa de Energía es demoledor y da verdadera envidia: "El PIB ha crecido un 78% y nuestra demanda de energía es la misma que en 1980 y no importamos nada".
La concienciación de la población es por tanto vital. Los daneses tienen un profundo sentido de cooperación y de gestión inteligente. Fruto de ello han sido las numerosas cooperativas energéticas que han surgido o el limitado uso que se da al vehículo -entre otras cosas por su tremendo coste de compra y en impuestos- para fomentar el uso de la bicicleta. El gobierno por tanto no va a la zaga: multa a las empresas que despilfarran, reciclado de toda la basura -que la convierten en calor y electricidad para los hogares-, apuesta por las renovables (cubre ya más del 20% de la demanda entre eólica, solar, térmica y biomasa) y una red eléctrica integrada con sus vecinos.
Dinamarca se ha postulado como el referente a seguir para un modelo energético propio del siglo XXI. Una vez más vemos que sin unas políticas lógicas de un gobierno coherente y sin una población concienciada, educada y activa no avanzaremos hacia un desarrollo verdadero. Los daneses no son Quijotes y los molinos no son gigantes contra los que luchar.
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Molinos eólicos en aguas danesas |
Nos han inundado en los últimos días de noticias, artículos de opinión, reportajes, informes y estadísticas sobre el futuro energético y más concretamente sobre la fuente nuclear. Yo mismo asistí hace poco a una conferencia organizada por El País donde defensores y detractores daban sus razones y defendían posiciones demasiado anquilosadas por ambos bandos.
La energía nuclear ha demostrado ser la más eficiente, la más rentable y la menos contaminante hasta ahora, pero sus peligros son tan altos, su gasto de recursos híbridos tan elevados (artículo de Brahma Chellaney) y sus consecuencias tan inasumibles que desde luego no es el futuro a medio-largo plazo. Sin embargo sería una locura tratar de ir prescindiendo de una energía que supone por ejemplo en Francia casi el 80% de su producción.
¿Cuál es la solución? Pues ir abandonando paulatinamente, sin histerismos ideológicos ni ecologistas, los hidrocarburos primero y posteriormente la nuclear. Dinamarca ya se ha puesto a ello, si bien sus recursos y su escasa y bien educada población se lo permite. No basta con implementar políticas de ahorro energético y cambios de modelo. La clave danesa es la eficiencia. El dato que da Anne Hogge Simonsen, subdirectora de la Agencia Danesa de Energía es demoledor y da verdadera envidia: "El PIB ha crecido un 78% y nuestra demanda de energía es la misma que en 1980 y no importamos nada".
La concienciación de la población es por tanto vital. Los daneses tienen un profundo sentido de cooperación y de gestión inteligente. Fruto de ello han sido las numerosas cooperativas energéticas que han surgido o el limitado uso que se da al vehículo -entre otras cosas por su tremendo coste de compra y en impuestos- para fomentar el uso de la bicicleta. El gobierno por tanto no va a la zaga: multa a las empresas que despilfarran, reciclado de toda la basura -que la convierten en calor y electricidad para los hogares-, apuesta por las renovables (cubre ya más del 20% de la demanda entre eólica, solar, térmica y biomasa) y una red eléctrica integrada con sus vecinos.
Dinamarca se ha postulado como el referente a seguir para un modelo energético propio del siglo XXI. Una vez más vemos que sin unas políticas lógicas de un gobierno coherente y sin una población concienciada, educada y activa no avanzaremos hacia un desarrollo verdadero. Los daneses no son Quijotes y los molinos no son gigantes contra los que luchar.